
FLECHAS AMARILLAS
Cuando era pequeño veía a peregrinos transitar
por los caminos de la Vía de la Plata, con sus mochilas al hombro con días de
sol, lluvia o viento. Ingenuo me preguntaba qué razón impulsaba a tanta gente a
recorrer día tras día el mismo camino.
Anhelaba algún día poder seguir sus pasos y
descubrir el secreto que encierra el Camino de Santiago. El tiempo fue pasando y
mi ilusión no desvaneció. Con la suerte de cara encontré a una persona que, al
igual que yo, no había logrado cumplir su sueño.
Juntos a punta de sonrisa decidimos despertar
nuestro sueño y hacerlo realidad y un buen día pusimos rumbo a Sarria para
iniciar el Camino Francés. Cinco días por delante, 116 kilómetros por recorrer y
muchos momentos inolvidables que ya forman parte de nuestra
memoria.
Atrás quedaron las flechas amarillas que
indicaban el camino, los mojones de piedra que marcaban la cuenta atrás, las
conchas en el suelo de Santiago anunciando la llegada y nuestras huellas en el
suelo al volver la vista atrás.
Con el sonido de una gaita llegamos a la Plaza
del Obradoiro y un nudo se hizo en mi garganta. Emocionado sequé con mis manos
las lágrimas de mi mejilla. Era el final del camino y nuestro sueño ya no dormía
en la posada de las quimeras.
En la memoria ya anidan los recuerdos, las
sonrisas y las esencias. El alma se colma de sentimientos que trepan por la boca
del estómago convirtiéndose en suspiros que se evaden dejando una sonrisa en mi
rostro.
En el cajón de las emociones he atesorado la
ilusión de Sarria, el anochecer sublime de Portomarín, la lasitud en Palas de
Rei, el pulpo de Melide, la fragilidad de Arzúa, el desaliento de O Pedrouzo,
las lágrimas de Santiago y aquella noche mágica en las escalinatas del arco del
Obradoiro.
También guardo el saludo entre peregrinos -¡Buen
camino!-, los momentos de soledad, la dureza del recorrido, la solidaridad, y el
orgullo de haber cumplido mi sueño. Toda una experiencia inolvidable de
superación que ha hecho mella en nuestras vidas.
Al final hallé el secreto y descubrí que lo
importante de esta aventura era el camino en sí: cada día, cada momento, cada
paisaje, cada recuerdo. Así como la vida misma, tal vez esperamos demasiado de
ella y no disfrutamos lo que cada día nos regala.
En la vida, como en los sueños, el triunfo es
como el amanecer; hay quien se levanta cada mañana a buscarlo y quien lo espera
dormido. Sigue el camino de tus sueños, el camino de las flechas
amarillas.
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José Luis Bravo con "Mi dulce memoria" que incluye el artículo "Flechas Amarillas" |
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